A veces, cantábamos juntos esa canción, la misma que ahora me escupe a la cara el viejo transistor que rescaté de entre las sombrías fauces del desván (se llevó también el equipo de música), y a veces, mientras cantábamos, ella se contoneaba al compás de sus endiablados acordes. Mis pies, mis brazos, mis caderas eran incapaces de seguir su ritmo, sólo mi entrepierna conseguía estar a la altura. Acabábamos en la mesa de la cocina en plan “El cartero siempre llama dos veces”. Igual que a Jessica Lange, le excitaba sobremanera que le tocara por encima de la braga y a mí me volvían loco esas medias tupidas que acaban a medio muslo. “Llévame a la cama” solía decir cuando extinguidas todas sus fuerzas languidecía entre el semen derramado y los restos de las tostadas del desayuno. Y yo, la cogía entre mis brazos y cual recién casada camino a la suite nupcial, la llevaba hasta el lecho, ponía en el equipo de música una de sus arias favoritas y la dejaba dormir… A veces ella también me quería.
28 enero 2010
25 enero 2010
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