No, no es que no esté inspirada ni algo por el estilo. No, no es que esté buscando una excusa peregrina para justificar mi últimamente bastante pobre aportación al blog. ¡Que va! Justo al contrario. ¡Y es que mis dedos no dejan de teclear! tiqui,tiqui,tiqui... Se me ha metido una idea entre ceja y ceja y ¡hala, que me he lanzado a escribir una novela!... Vale, vale, menos sonrisitas... que os estoy viendo...
Hace un año, pizca arriba pizca abajo, abrí este blog. En este tiempo, por mi vida ha pasado un terremoto, bueno, quizá el terremoto ocurrió antes y este blog es su lógica consecuencia. Necesitaba escribir, soltar lastre, amarras, hiel y adrenalina, y a día de hoy la necesidad se ha convertido en puro vicio.
Así que aquí estoy, enviciadita perdida, pegándole patadas al diccionario, atornillando metáforas, ensamblando verbos, condecorándolos con adjetivos plausibles y sobre todo, sobre todo, disfrutando mucho.
En el bolsillo de los poemas debo tener algún agujero, porque por más que rebusco no encuentro ni uno. Así que me vais a perdonar. En cuanto localice el costurero le hago un remiendo.
Con el último sorbo de café maltragó la pastilla de la tensión. Se puso el anorak y la bufanda ¡lo que tiene que hacer uno para que le dejen salir de casa! Cogió las bolsas de basura. Miró el reloj, un minuto. Esperó pacientemente en el hall. Cuando el segundero alcanzó el zénit abrió la puerta.
No había amanecido. Era uno de esos días en que la niebla no da tregua a la artrosis. Ayudado por su bastón avanzó “rápidamente” hacia la esquina de la calle. Allí estaban, como cada mañana. Y también como cada mañana miró a su alrededor y tras comprobar que era el único ser vivo del barrio, dio el cambiazo.
Caminó, ya sin prisa, hacia el fantasma de gafas enormes, traje fosforito y aspirador industrial que se afanaba en no dejar ni una hoja bajo los árboles. ¡Míralo! ¡El ladrón de otoños!, ¡ya ha recogido otras dos bolsas! ¡Pero aquí estoy yo para atajar este estropicio!
Pasó de largo sin saludar.
Cuando calculó que ya no estaba al alcance de su vista, abrió las bolsas y las vació.
Nota: Este "micro" ha sido seleccionado en el III Premio Algazara de Microrrelatos convocado por la Editorial Hipálage y junto a otros cuantos, entre los cuales se encuentran los de algunos amigos blogeros, formará parte del libro “Cuentos alígeros”, que se editará en breve.
A todos ellos¡Felicidades! y por mi parte... ¡Que contenta estoy!
Pido perdón a todos aquellos que hoy esperaban de mí algún verso apasionado, algún microrelato entretenido o alguna reflexión íntima, pero es que esta mañana, despues de haberle dado un buen "porrazo" al coche la inspiración se me ha quedado para el arrastre, es decir,como para una buena capa de chapa y pintura.
Por supuesto,¡ por supuestisísímo!, la culpa no ha sido mía... sino de una vecina que había aparcado su vehículo en un lugar indebido,lo cual me ha obligado a maniobrar más de la cuenta y ¡claro!, me he llevado la esquina del parking por delante.
La maruja que llevo dentro, hoy ha dejado de ser "presunta", y con total alevosía y algo menos de premeditación, se ha lanzado a bocajarro a su puerta para "cantarle las cuarenta".
Y así, con los brazos en jarra, me he olvidado por unos minutos de metáforas, diéresis, rimas, hipérbolesy demás figuras literarias y sin retórica alguna de por medio le he plantado un discurso digno de la mejor verdulera del barrio.
¡Oye, que a gusto me he "quedao"!
Al principio les ofrecía alguna revista tipo Penthouse o similares. Después se dio cuenta de que era mucho más rápido y efectivo un sugerente modelito de ropa interior, así podía atender a una media de dos o tres más por turno. Hoy, había elegido un conjunto de tanga minúsculo y sujetador con encajes color salmón, de copa alta, de esos que le hacían unos pechos de infarto. Toda una provocación. Se acercó contoneándose como una modelo de pasarela, le obsequió la más seductora de sus miradas, y justo antes de darle la espalda, soliviantó su ánimo con una maliciosa sonrisa. Después dejó que fuera él quien hiciera el resto.
Cuando calculó que ya iría por la cuarta o quinta embestida,abrió la puerta y dijo: "Por favor, si ha terminado deposite la muestra en la bandeja, la semana que viene le llamaremos con los resultados".
A veces, cantábamos juntos esa canción, la misma que ahora me escupe a la cara el viejo transistor que rescaté de entre las sombrías fauces del desván (se llevó también el equipo de música), y a veces, mientras cantábamos, ella se contoneaba al compás de sus endiablados acordes. Mis pies, mis brazos, mis caderas eran incapaces de seguir su ritmo, sólo mi entrepierna conseguía estar a la altura. Acabábamos en la mesa de la cocina en plan “El cartero siempre llama dos veces”. Igual que a Jessica Lange, le excitaba sobremanera que le tocara por encima de la braga y a mí me volvían loco esas medias tupidas que acaban a medio muslo. “Llévame a la cama” solía decir cuando extinguidas todas sus fuerzas languidecía entre el semen derramado y los restos de las tostadas del desayuno. Y yo, la cogía entre mis brazos y cual recién casada camino a la suite nupcial, la llevaba hasta el lecho, ponía en el equipo de música una de sus arias favoritas y la dejaba dormir… A veces ella también me quería.