El Ladrón de Otoños
Con el último sorbo de café maltragó la pastilla de la tensión. Se puso el anorak y la bufanda ¡lo que tiene que hacer uno para que le dejen salir de casa! Cogió las bolsas de basura. Miró el reloj, un minuto. Esperó pacientemente en el hall. Cuando el segundero alcanzó el zénit abrió la puerta.
No había amanecido. Era uno de esos días en que la niebla no da tregua a la artrosis. Ayudado por su bastón avanzó “rápidamente” hacia la esquina de la calle. Allí estaban, como cada mañana. Y también como cada mañana miró a su alrededor y tras comprobar que era el único ser vivo del barrio, dio el cambiazo.
Caminó, ya sin prisa, hacia el fantasma de gafas enormes, traje fosforito y aspirador industrial que se afanaba en no dejar ni una hoja bajo los árboles. ¡Míralo! ¡El ladrón de otoños!, ¡ya ha recogido otras dos bolsas! ¡Pero aquí estoy yo para atajar este estropicio!
Pasó de largo sin saludar.
Cuando calculó que ya no estaba al alcance de su vista, abrió las bolsas y las vació.
Nota: Este "micro" ha sido seleccionado en el III Premio Algazara de Microrrelatos convocado por la Editorial Hipálage y junto a otros cuantos, entre los cuales se encuentran los de algunos amigos blogeros, formará parte del libro “Cuentos alígeros”, que se editará en breve.
A todos ellos¡Felicidades! y por mi parte... ¡Que contenta estoy!