27 septiembre 2010

Deuda



Me enamoré de quien no debía, es cierto,

Como también es cierto que pagué con creces mi osadía.

Elegí pago al contado.

Al pan, pan y a la sangría, sangría.

Mas no hallé alguien dispuesto

a desdeñar los jugosos intereses de un largo plazo.

Hipotequé los pocos bienes que me quedaron:

una sonrisa maltrecha,

una mirada ausente,

un corazón en pedazos,

y unas manos vacías.

Pero no fue moneda suficiente para saldar la deuda adquirida.

La vida es un banquero rencoroso.

Una sanguijuela.

Y no admite cambio.