Mi corazón es una maleta de doble fondo.
A quien la mira de reojo,
le son vedados los sibilinos recovecos
en los que anida la indomable sed que reviste sus pliegues.
A simple vista,
mi equipaje es liviano, vulgar, intrascendente.
Capaz de pasar inadvertido ante la turbia mirada
que custodia, silente, la Aduana del Misterio.
Trafico con sueños clandestinos.
Y escondo,
bajo el laberinto de una piel curtida en desencuentros
un alijo de ímpetus desaforados, de vestigios efervescentes,
de pasiones a quemarropa.
De delirios en cueros.
Sólo a los elegidos se les abre la puerta.
Sólo los cobardes se dan la vuelta.
...